Mi relación con mi cuerpo era muy mala, era muy dura conmigo y la comida era mi refugio ante la ansiedad. No disfrutaba comer, sentía culpa, desagrado y mucha tristeza. Ahora puedo ponerle un alto a los pensamientos intrusivos, soy más compasiva conmigo y voy encontrando otros recursos para calmar la ansiedad.  Y lo más importante: al fin puedo disfrutar de la comida. También puedo conectar y escuchar más a mi cuerpo.

El programa fue un espacio seguro, acompañado y de forma integral: de la teoría a la práctica. La atención siempre es de un nivel profesional altísimo y con muchísima empatía, la sensación de ser escuchada sin ser juzgada está muy presente y eso hace más fácil el proceso individual.

Antes no le veía solución de los atracones; los tenía diario, afectaban todo en mi vida y me daban ansiedad. Creía que no tenía “fuerza de voluntad”… Los cambios fueron muchísimos y van más allá de la comida y el peso; tengo mayor autocompasión, aprendí formas de cuidarme que no conocía y descubrí de dónde venían los atracones para detenerlos.

Antes del programa, mi relación con la comida era bastante mala; comía con culpa, tenía atracones, hambre emocional 24/7 y restricciones. No entendía por qué comía lo que comía y pensaba que no tenía autocontrol, ni fuerza de voluntad, pensaba que tenía que hacer ejercicio para mantenerme sana, ir al gym y mantenerme activa todo el tiempo. Hoy día, he aprendido tantas cosas, que ahora dejé de comer con culpa, acepto y reconozco mis antojos, me permito comer, no me fuerzo a hacer ejercicio, pues aprendí que el ejercicio es bueno, pero la meditación también lo es. Ahora conozco la raíz de las creencias de la sociedad y decido no creer en lo mismo y mirar por mi bienestar.